viernes. 29.03.2024

Las tabernas centenarias de Madrid (6)

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Bodegas La Ardosa

En mis anteriores artículos sobre las tabernas centenarias de Madrid, he descrito las siguientes: “La Zamorana”, “Viva Madrid”, “El Comunista”, “Casa Sierra”, “Casa Alberto”, “El As de los Vinos”, “La Bola”, “Carmencita”, “Casa Ciriaco”, Casa Labra”, “Casa Paco”, Taberna Oliveros”, “La Venencia”, “Bodegas Ricla”, “Bodegas Rosell”, “Bodegas Casas”, “La Casa del Abuelo”, “La Dolores” y “Antonio Sánchez”. Hoy termino el reportaje sobre dichas tascas emblemáticas, históricas y centenarias, todas ellas,  reseñando “Bodegas de la Ardosa”.

“Bodegas de la Ardosa” (Colón, 13), fundadas en 1892 por Rafael Fernández Bagena, rico propietario de viñedos en la provincia de Toledo, que creó y fundó la cadena de bodegas de dicho nombre, que llegó a tener 36 establecimientos, en los que daba salida a los vinos que elaboraba con uvas de su propia cosecha, pero también vendían a granel vermut de Reus, vinos de Valdepeñas y Montilla, anisados, coñac, entre otras bebidas espirituosas…

En 1970 la compró Gregorio Monje, que junto a su esposa la administraron muchos años, pero actualmente la regenta su hijo Ángel, auténtico profesional, que cuida mucho que los productos sean de primera calidad y enseña a los camareros a tirar y mimar las cervezas, ya que, en 1982, se especializaron en cervezas de calidad de todo tipo, incluidas las marcas internacionales, como la inglesa Bass, la alemana Warteiner y las checas Buaweiser y Pilsen Urquell, que son, entre otras, las que le han dado fama a este local centenario, que está siempre con el cartel de completo, dado que está incluido en las guías turísticas de las tabernas y restaurantes centenarios de Madrid, lo que ocasiona muy frecuentemente, que se escuchen conversaciones en francés, inglés, alemán, italiano, japonés…, entre las de los clientes españoles, que suelen ser parroquianos amantes de las buenas cervezas especiales: Guinnes y Bombardie, entre otras, que tiran muy bien, pero no vayan ustedes con prisa, que pueden tardar casi 5 minutos en servirle una pinta perfecta, ya que no es lo mismo tirar bien una cerveza, que llenar el vaso, la copa o la jarra, que es lo que suelen hacer en la mayoría de los bares, dado que cada vez quedan menos profesionales de verdad, de aquellos que llevaba chaquetilla blanca.

También tiene buen vermut de grifo y su carta de tapas y canapés es amplia y diversa: buñuelos de bacalao, salmorejo, croquetas de varios tipos, morcilla rellena de diferentes productos, callos a la madrileña, cecina, sardinas ahumadas, embutidos ibéricos, salazones y ahumados…, pero su especialidad es la tortilla de patatas, que ha ganado varios premios importantes, ya que la hacen exquisita y con una receta de la casa, que, por supuesto, no la confiesan. Los camareros/as no son muy amables, dado que están agobiados de trabajo, pero depende de el que te toque. Los precios son un “pelín” altos, como en casi la mayoría de estas tabernas que tienen más de 100 años. Tiene una curiosidad, como en otras tascas antiguas, que para ir al baño, hay que pasar por debajo de la barra y atravesar un pequeño reservado con mesas, que suele estar repleto de cerveceros sedientos…

He de confesar, que no es la taberna que más me gusta de la Villa y Corte, ya que soy un romántico empedernido, mucho más amante de las tascas clásicas, como la de Antonio Sánchez, que no se ha tocado y permanece como hace casi dos siglos, pero tengo que reconocer, que tiene un encanto especial esta taberna-cervecería, donde los  fervorosos exquisitos de las buenas cervezas pueden refrescarse el gaznate, ya que es un sitio único, dado que pueden degustar cervezas internacionales de distintos países, que tienen el prestigio de ser los mejores productores cerveceros. Aunque el autor de esta crónica, como nieto, hijo, sobrino y primo de bodegueros de Valdepeñas, que ha mamado y vivido la milenaria cultura del vino, he sido más bebedor de buenos caldos, que de cervezas. El horario es muy amplio, ya que de lunes a viernes abren de: 8,30 a O, 20 horas. Los sábados y  domingos de 11,45 a 2.30 horas.

De la citada cadena de “Bodegas de la Ardosa”, que yo sepa, solo quedan 3 o 4, pero solo conozco la referida anteriormente de la calle Colón y otra que hay en la calle Santa Engracia, 10, tasca auténtica, que conserva una preciosa fachada de azulejos de cerámica realizada por el famoso artista sevillano Alfonso Romero, que también es el autor de la portada de las “Bodegas Rosell”, entre otras. Esta taberna sigue manteniendo su ambiente de tasca de barrio de toda la vida, donde no han llegado los “guiris”, ya que la mayoría de sus clientes son vecinos de la zona, parroquianos del barrio que van a degustar su vermut, cerveza y vinos, acompañados de sus raciones y tapas: Boquerones fritos o en vinagre, patatas al ajo arriero, oreja a la plancha, torreznos…, pero sus especialidades son la tortilla de patatas y las bravas, que suelen estar bien cargadas de picante. Los camareros son amables, pero el local es algo destartalado y poco cuidado para ser una bodega centenaria, que deberían de mimarla más, como hacen otros dueños de locales de esta antigüedad, que merece la pena conservarlas, ya que quedan muy pocas.   El horario es de: 10 a 15,30 y 19 a 23 horas. Cierra los miércoles.

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La Nueva Generación de Vinos de Valdepeñas.

Me permito  aconsejarles, que  en su recorrido por las tabernas centenarias citadas, soliciten y saboreen los nuevos y magníficos vinos blancos, tintos y rosados de Valdepeñas, acogidos a su D.O., que pueden elegir entre jóvenes, crianzas, reservas y gran reserva; caldos, que son apreciados en el mercado nacional, pero especialmente en  el extranjero, como lo demuestra la exportación a más de 100 países, ya que son excelentes vinos  y cuya calidad-precio es inmejorable. Además, son vinos con historia, cuya tradición vinícola se remonta al tiempo de los iberos, como pueden ver en el Museo Municipal de la “Ciudad del Vino”, donde se exhiben los hallazgos de materiales orgánicos relacionados con la producción del vino en el yacimiento ibérico del Cerro de las Cabezas, que fue poblado del siglo IV al VII a.C. También pueden contemplar en dicho Museo: ánforas, toneles de barro, patenas, vasos áticos, entre otras interesantes piezas que fueron utilizadas para efectuar libaciones.

Ya en 1551 la trascendencia del vino de Valdepeñas queda reconocida por las provisiones dadas por la reina Doña Juana, en las ordenanzas para la protección y salvaguardia de las viñas de Valdepeñas de Calatrava. Pero es a partir del año 1561, cuando la corte del rey Felipe II se instala en Madrid y se extiende  la fama  de la calidad del vino de Valdepeñas, lo que ocasionó, que su popularidad y consumo fuera tan grande, que con los impuestos sobre su comercio, el rey Carlos III sufragara algunas de las obras más importantes de su reinado, como la Puerta de Alcalá y la Puerta de Toledo. Posteriormente, en 1790, hay documentos que demuestran una producción anual de más de  200.000 arrobas de vino (3.200.000 litros), como nos informa don Antonio Messías de la Puerta en sus notas geográficas históricas de Valdepeñas del siglo XVII.

Es en los siglos XVI y XVII cuando el vino de Valdepeñas alcanzó una consideración económica grande, aunque lo que fue fundamental para la exportación y comercialización de los caldos valdepeñeros, fue la construcción del ferrocarril en 1861 y la creación del “Tren de Vino”, que salía diariamente de la estación de Valdepeñas con destino Madrid, transportando 25 vagones cargos de pellejos de vino valdepeñero, el afamado “Aloque”, que era el nombre con el que se conocía  en aquella época, en la Capital del Reino, donde suministraba el mosto fermentado de las uvas a la inmensa mayoría de tabernas, mesones, posadas…, hasta el extremo de que Mesoneros Romanos, el cronista de Madrid del siglo XIX, “contó 810 tabernas que se abastecían del morapio valdepeñero”.

Además, la puesta en marcha del ferrocarril, permitió las grandes exportaciones a Filipinas, Cuba y Centroamérica a través de los puertos de Alicante, Valencia y Cádiz, donde importantes  bodegas, como las de Domingo Ruiz de León, Ramón Caravantes, Eusebio Vasco, Viuda e Hijos de Tomás López Tello, entre otras, expedían sus acreditadas marcas de vino a los citados países. Asimismo, no podemos olvidarnos del mercado nacional, que era muy importante, dado que solo la bodega de Luis Palacios, que fue bodeguero y Alcalde de la Ciudad del Vino, enviaba diariamente 2500 pellejos de vino a Madrid (300.000 litros), pero todo eso pertenece al pasado, a la historia de los vinos de Valdepeñas, que fueron elogiados, entre otros, por personajes como el gran escritor Alejandro Dumas, autor de El Conde Montecristo, que escribió: “Era Valdepeñas legítimo, de áspero y excitante sabor. Este vino áspero y espeso, que para los buenos bebedores tiene la ventaja de no embriagar”. Hoy en día, los vinos de Valdepeñas, ya no son ásperos, dado que la elaboración es distinta y la moderna enología ha supuesto un cambio importante en beneficio del consumidor del néctar valdepeñero.

Actualmente la Denominación de Origen Valdepeñas, es la segunda en volumen de ventas y, la tercera en reconocimiento y penetración de sus acreditas marcas, lo que la  ha convertido en una de las instituciones Vitivinícolas más importantes de España, que, igualmente, es una de las primeras zonas de producción y elaboración protegidas de nuestro país, ya que data de 1932 y cuya misión es proteger y defender los intereses vitivinícolas de la Zona de Producción, integrada por diez municipios de la provincia de Ciudad Real, que engloban unas 30.000 hectáreas de viñedos.

Amigos tabernícolas y estimados lectores, espero que mi amplio, detallado y documentado recorrido por  las tabernas centenarias de la Capital del Reino, que yo he visitado muy asiduamente durante muchos años, les haya interesado y  sirva de guía para hacer una ruta báquica y gastronómica por ellas, pero les ruego que lo hagan poco a poco, en varios viajes a la Villa y Corte, donde todavía se mantienen  abiertas estas joyas que adoran a Baco, ya que el vino hay que beberlo con moderación, degustándolo, paladeándolo, apreciando sus matices, los aromas primarios característicos de cada variedad, etc.

Hasta pronto y que Dionisos les corone con sus pámpanos de felicidad, colegas amantes de las tabernas centenarias, que  suelen ser fieles seguidores del gran poeta persa, Omar Jayam, que escribió: “Creedme, bebed vino, el vino es vida eterna, filtro que nos devuelve la juventud. Con vino y alegre compañía andaréis el camino. La estación de las rosas brota de la taberna”; aunque yo prefiero la cita de William Shakespeare: “El buen vino es una excelente y jovial criatura de Dios, cuando se hace de él un uso moderado”. Pues eso, hagan caso al grandísimo escritor inglés y beban moderadamente, y no hagan suya la letra de la famosa zarzuela: “A beber, a beber y a apurar, las copas de licor, que el vino hará olvidar las penas del amor”…

www.joaquinbrotons.com

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