jueves. 28.03.2024

Todos somos Refugiados

Últimamente veo muchos mensajes en Facebook y demás redes sociales acerca de lo mal que lo está pasando la gente en España. Fotografías de gente durmiendo en túneles (nada nuevas, por cierto pues como poco tienen un año esas fotos); gente buscando en contenedores comida o ropa, normalmente es comida; mendigos o gente que mendiga para poder llevarse algo a la boca... 

refugiados

Una chispa se encendería en mí si se tratase de una muestra de solidaridad humana, si fuera una llamada de atención porque la gente se siente mal ante la situación de crisis que vivimos y que ha llevado a mucha gente a perder su vivienda y ver transformarse su forma de vida. Y bueno, es su forma de expresar repulsa y tender la mano, aunque sea virtual.

Ojalá fuera eso.

Los mendigos actuales ya no son vagos o maleantes, bohemios venidos a menos o emigrantes que no tienen más sitio que un espacio marcado de manera invisible en la acera de cualquier calle de cualquier ciudad de España. Los mendigos actuales, una gran cantidad de ellos, son gente como tú y como yo, con mayor o menor formación académica y que hasta hace poco tenían un puesto de trabajo y seguro que hasta más bienes que yo misma o que tú que me lees. Muchos de ellos nos sorprenden porque no llevan ropas andrajosas pues, a pesar de haber perdido su trabajo, vivienda o ambas cosas, conservan algo de dignidad y aunque tengan que mendigar van aseados.

Pero no me quiero ir por los cerros de Úbeda pues a lo que voy y me refiero en este escrito es algo muy simple: ¿Solidaridad y empatía o simplemente el miedo a que nos "invadan" los refugiados de guerra hacen que surja este interés por sacar lo que tenemos dentro, lo local?

Me temo que es lo segundo y no sé si es miedo o es un sentimiento de repulsa, xenófobo y claro, fascista, el que impulsa a la gente a buscar fotos de mendigos españoles para remarcar y dejar bien clarito que Aquí no podemos recibir a nadie porque Bastante tenemos con el producto nacional. Sí, las mayúsculas son a propósito. Me tomo la licencia de utilizarla en Aquí como Forges cuando se refiere a España en su Historia de Aquí y Bastante para que sea entendido con todo el sarcasmo e ironía que sea posible.

Con todo, en lugar de sentirme orgullosa de mis conciudadanos, en lugar de sentir esa chispa en mi interior al ver cómo por fin la gente se humaniza y se preocupa por sus semejantes lo que siento es vergüenza ajena pues de la forma más sutil están expresando su repulsa a ayudar a los refugiados. Me asusta pensar cómo los medios están manipulando a la ciudadanía para que exprese su miedo, porque es miedo a lo desconocido lo que mueve a los estrechos de mente, a los refugiados. Pero claro, además de hacerles sentir miedo se les manipula para que sientan repulsa por aquellos que van a venir a "invadirnos y quitarnos lo poco que tenemos". "Pues bastante mal estamos ya aquí, anda que la ocurrencia de recibir refugiados con lo mal que estamos en España" y esa frase no es mía, la he leído, por desgracia.

Gracias a Dios no he vivido una guerra ni sé de primera mano lo que es intentar dormir aterrado por el sonido de las bombas.

Gracias a Dios no he visto morir a mis hermanos o padres por un disparo de mortero ni una bala perdida ni aplastados por el techo tras el efecto de una bomba.

Tampoco he tenido que coger mis pertenencias e improvisar una mochila con ellas para echármelo al hombro y caminar sin rumbo fijo con el único objetivo de dejar atrás lo que ha sido mi vida y la de mis ancestros hasta ese momento, dejando atrás familiares vivos o muertos.

Dejando atrás mi vida.

Caminar y caminar, sentir cómo los pies se van destrozando poco a poco pues no se trata de pocos kilómetros sino de atravesar países hasta intentar llegar al supuesto "paraíso europeo" donde no se me va a recibir con los brazos abiertos precisamente. Llegar exhausto y ver cómo están levantando una valla ante mí porque sienten miedo de todos los huérfanos expatriados que, como yo, están llegando a la frontera de su país.

No, gracias a Dios no lo he vivido pero eso no quita que pueda empatizar con quienes lo han sufrido o lo sufren a diario.

Por otro lado, tengo memoria histórica y sé lo que ocurrió Aquí en 1939. ¡Cuántos españoles tuvieron que marcharse! ¡Cuán triste fue para los que se marchaban como para los que se quedaban ver partir a sus hermanos!

A propósito de esto, oh lector, te contaré algo que viví allá por 1994 y aun no he olvidado:

Viajaba de vuelta de Montpellier tras pasar unos días de las vacaciones de Navidad y no sé por qué razón me vi obligada a volver en autobús. El caso es que me senté junto a una señora mayor, bastante mayor o la oscuridad y su forma de hablar eso me hizo pensar. Era un autobús nocturno que recorría parte de Francia y de España.

Era imposible dormir con el traqueteo y lo incómodo del asiento y al cabo de un rato empezamos a hablar, de todo y de nada, en algo parecido a español pues la señora lo recordaba mal así que le pedí que hablásemos en francés si se sentía más cómoda.

Pasadas un par de horas y al aproximarnos a la frontera, la señora empezó a ponerse nerviosa, mucho, muy alterada y entonces, con mucho miedo me preguntó si era cierto que Franco había muerto. Me quedé fría, era diciembre de 1994, claro que había muerto, hacía casi 20 años que había muerto.

La señora no se tranquilizaba, me lo preguntó una vez más y le dije que sí, que se calmase, que estaba muerto y bien muerto. Entonces, ella me contó el por qué de su miedo: con apenas 16 años se vio forzada a coger lo que tuvo más a mano, un poco de pan y algo de comida y un chal y salir corriendo junto a sus padres y hermano pues la guerra tocaba a su fin y eran republicanos. La cabeza de sus padres tenía un precio y la de ella y su hermano obviamente también. Así que partieron de madrugada casi con lo puesto y andando llegaron hasta la frontera con Francia, desde su pueblo valenciano.

Me contó cómo tuvo que saltar una verja que parecía imposible y cayó al otro lado con la ropa rasgada y llena de heridas.

Me contó el horror del frío de la noche al atravesar montes y zonas poco transitadas para no ser descubiertos.

Me contó cómo al llegar a la frontera y por fin pasarla ellos creían estar a salvo y fue bien al contrario. El horror continuó para ellos.

Me contó cómo la separaron de sus padres de quienes nunca más supo nada.

Me contó cómo enfermó debido al frío y gracias a eso fue llevada a un hospital donde las monjitas le daban leche como único alimento en un tazón quebrado del que se salía la leche y tenía que lamer el platillo mientras oía carcajadas a su espalda.

Me contó cómo la propaganda franquista, con la colaboración del gobierno francés, se extendía en forma de panfletos por Francia y claramente se invitaba al pueblo francés a no ayudar a los españoles huidos.

Me contó que su hermano se unió a la Resistencia y acabó en Auschwitz y ella en otro campo de concentración pero sobrevivió y desde entonces había vivido casi a escondidas en Francia pero que, recientemente, había recibido noticias de unos primos en España: La habían encontrado y volvía a casa, aunque no sabía cuál era ya su casa, pero volvía a España.

Volvía a España muerta de miedo, temiendo ser arrestada al bajar del autobús y por eso me preguntaba una y otra vez si Franco había muerto...

Me estremezco al recordar y transcribir mis recuerdos y se me pone la piel de gallina pensando en esa señora, en su miedo, en el horror que vivió y pienso que es lo mismo lo que está ocurriendo actualmente en Europa. Es el mismo horror el que viven esos miles de refugiados y los que están por llegar, los que están aun a medio camino. Los que llegarán y los que no lo lograrán.

Es el mismo horror y no, no podemos quedarnos de brazos cruzados pues tenemos el deber moral de ayudar a nuestros semejantes.

Carmen de la Hoz Calderón IU-GANEMOS VALDEPEÑAS

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