martes. 23.04.2024

Del trabajo, III

Desde las humanidades, la filosofía, desde aspectos estéticos y artísticos, desde las religiones, desde la metafísica, desde la cultura debemos reflexionar también sobre el mundo del trabajo. Al final, la humanidad pasa una gran parte de su tiempo, realizando ideas y actos y cosas y mercancías y servicios…

Desde las humanidades, la filosofía, desde aspectos estéticos y artísticos, desde las religiones, desde la metafísica, desde la cultura debemos reflexionar también sobre el mundo del trabajo. Al final, la humanidad pasa una gran parte de su tiempo, realizando ideas y actos y cosas y mercancías y servicios…

El trabajo siempre que sea legal y moral, es bueno para el individuo, bueno para su familia, bueno para la sociedad, bueno para el Estado, bueno para la humanidad, para el presente y para el futuro. Ciertamente, cada uno debe aspirar a un trabajo según su vocación y según su capacitación. En un mundo del trabajo tan complejo, puede y debe cada individuo aspirar a ir prosperando hacia un trabajo más acorde con su vocación, preparación, titulación, etc.

Si nos fijamos bien, somos consecuencia, en parte, del trabajo realizado durante miles de años, siglos y siglos, de millones, cientos de millones de personas anónimas. Pongamos un ejemplo simple, la calzada por la que vas o el puente que atraviesas o la catedral que visitas, puede ser el fruto del trabajo de cientos o miles de seres humanos, que hicieron posible, esa obra, hace siglos o milenios. Somos deudores del trabajo de los demás, de los demás del presente, y de los demás del pasado. En total, de millones de personas, anónimas, que no conocemos, pero que laboraron durante siglos y generaciones antes que tú, en multitud de campos y temas y cuestiones. Y que ha sido positivo, si ese trabajo era legal y moral, positivo para ellos y para ti.

No podemos negar que el trabajo, por lo general es ambivalente, puede ser una alegría-felicidad-gozo para el ser humano, pero también puede ser una especie de sacrificio-angustia-pena-sufrimiento. Estamos hablando incluso del trabajo jurídicamente aceptado, y moralmente correcto.

Por consecuencia el ser humano tiene, cada uno valorar, muy bien su trabajo, y sentirse orgulloso de él, si es legal, moral, y si es posiblemente espiritual y religiosamente aceptable. Porque con el trabajo contribuimos, grande o pequeño, de gran fama o estima social o de poca, colaboramos con el bien y para el bien de la sociedad, de la humanidad, de nuestras familias, de nosotros como individuos.

Todos, pequeños o grandes, aportamos, nuestro grano de arena, para que el mundo vaya hacia mejor… Contribuimos de muchas maneras, con nuestros gestos, con nuestros actos, con nuestras palabras, con nuestras acciones, con nuestro trabajo remunerado.

Pueden existir actos y actuaciones, que se pueden considerar trabajo, pero unas son remunerados, y otras, no lo son, o no lo son ahora, o pueden serlo en el futuro. Puede una persona escribir cien poemas, que nadie le paga por hacerlos, que no cobrará nada por ellos, pero de alguna forma, pueden colaborar en el bien de la sociedad-humanidad…

Todo ser humano, debe tener un oficio o profesión, y debe intentar tener un trabajo. Y si es adulta, y está sana, y no hay inconvenientes médicos o de salud, cada persona, en su oficio o profesión debe intentar trabajar, para contribuir al bien propio y al bien de los demás. La pereza es un error psicológico, físico, moral, espiritual y en otros sentidos, es un mal para la sociedad, para el Estado, para cada familia, etc.

Cierto es, que si no encuentra trabajo, es un deber y derecho de esas personas, prepararse en otras alternativas, otros trabajos, buscar nuevas soluciones, ampliar estudios o formación en su profesión, y desde luego seguir buscando trabajo. No pueden hundirse en la tristeza, ni en la desesperación, ni tirar la toalla, sino que deben continuar buscando.

No hay que amplificar en los aspectos negativos o penosos o de sufrimiento que el trabajo acarrea, o no solo en ellos, hay que mejorar las condiciones de trabajo de las personas, pero al mismo tiempo, sentir con orgullo el trabajo bien hecho, sea pequeño o sea grande, admitido socialmente como grande o como pequeño. Porque todos los trabajos son necesarios para la sociedad y para el mundo.

El ejemplo de los tres obreros ante la catedral, uno, indica, estoy ganándome el sueldo, otro, estoy haciendo una pared, el tercero, estoy realizando una catedral. Todos hacían lo mismo, pero cada uno tiene una actitud y aptitud diferente.

O olvidemos que todo trabajo, en mayor o menor grado, puede tener una enorme incidencia sobre el ser humano, sobre uno mismo, sobre los demás.

Por muy poco, que tu trabajo sea considerado por los demás, si es legal, si es moral, si es religiosamente necesario, tú, tú con modestia y humildad, debes sentirte el bien que haces con tu trabajo. Eso no se niega que aspires a realizar un trabajo más acorde con tu capacidad, preparación, titulación, vocación.

Sentimos y percibimos con enorme claridad, las consecuencias negativas, que el trabajo mal hecho de otros tiene sobre nosotros mismos, pero no percibimos con igual claridad cuando es al revés.

Hay muchos trabajos y actos que los humanes no cobran dinero, pero son esenciales para la sociedad: desde el trabajo de un ama de casa, al estudio durante años, a multitud de actividades que se hacen por filantropía o religiosidad, o multitud de vocaciones, que no tienen remuneración, como artísticas, o deportivas o de otros tipos…

Uno, al sentirse que las décadas van pasando por su espalda, mira hacia atrás, y puede sentir que ha fracasado en multitud de campos, puede ver más los negros que el resto de colores en el cuadro o pintura de su existencia. Cuándo le suceda eso, debe pensar, que ha contribuido también al bien del mundo, no solo de su familia, en la medida que ha podido, sea recogiendo aceituna, sea diagnosticando enfermedades, haya sido arreglando ruedas de coche, haya sido poniendo el desayuno a personas enfermas, o quizás, limpiando las calles de la ciudad, y así hasta trece mil oficios o profesiones, que parece ser existen en el mundo…

Del trabajo, III