viernes. 29.03.2024

El tonadillero valdepeñero: 'Tomas de Antequera'

Antequera, Tomás, años 50. (Copiar)
Tomás de Antequera, en los años 50

Juan Antequera López nació en Valdepeñas (Ciudad Real), el 7 de Julio de 1920, en el seno de una familia humilde, compuesta por 23 hermanos  -murieron 10-, de los cuales él era el más pequeño.

Desde niño mostró muy buenas cualidades para el cante flamenco y especialmente la copla, en la que llegó a ser figura y uno de los grandes, junto a doña Concha Piquer, gran dama de la copla, que era poco aficionada a alabar a nadie, que no fuera ella misma, pero que con T. de Antequera lo hizo, reconociendo que, después de ella, Tomás de Antequera, todo un  elogio, tratándose de la señora Piquer, que era muy merecidamente considerada la reina de dicho género, como lo demuestra en todas sus canciones, que llegó a competir con otro de los gigantes de la tonadilla, el excepcional, único e irrepetible Miguel de Molina, que bordaba canciones como: “La bien pagá” y “Ojos Verdes”, interprete, que un grupo de fascistas, capitaneados por un Conde, que ocupó importantes cargos en la posguerra y llegó a ser Alcalde Madrid y de cuyo nombre no quiero acordarme,  apalearon al gran Miguel de Molina y le hicieron la vida imposible, hasta que, en 1940 tuvo que marcharse al extranjero, donde triunfó tanto o incluso más que en la España republicana, donde llegó a ser muy considerado y extremadamente famoso, ya que llenaba teatros y todo tipo de espectáculos, dada su voz tan peculiar y su extravagante y personal vestuario.

Antequera, Tomás, años 50. (Copiar)

Infancia

Tomás de Antequera, cuando era poco más que un niño, pero todavía apenas adolescente, empezó ganándose la vida por las tabernas de Valdepeñas, donde cantaba flamenco y los parroquianos le daban dinero, que él llevaba a su casa y entregaba a su madre, consiguiendo cantidades respetables para la época, lo que ocasionó, que se animara y escapara a Madrid, siendo todavía menor de edad y allí empezó a cantar en mesones, tascas y tablaos, hasta que una noche, un señor, que estaba en el espectáculo, que, según su sobrino Demetrio Antequera (también buen cantaor de flamenco e interprete de la copla, que obtuvo premios a nivel local, provincial y  nacional, y que imita divinamente a su tío), pudo  ser dicho caballero, don Jacinto Benavente, le entregó 100 pesetas de la época, que era todo un capital y le animó a que fuera a formarse en las academias y siguiera por el camino de la tonadilla, que fue lo que hizo Tomás, asistiendo a las clases de los maestros: Castellano, Monreal y  el afamado Quiroga, entre otros.

 El éxito

Hacia 1943 debutó en Madrid, en el famoso café de San Millán, que estaba situado frente al Mercado de la Cebada, donde se formó tal alboroto de público seguidor del valdepeñero, que tuvieron que llamar a los guardias a caballo para controlar al personal, ansioso por escuchar canciones que le hicieron famoso, entre otras, como: Romance de la reina Mercedes, Zambra de mi soledad y especialmente Doce Cascabeles que, en 1953, fue la canción que más recaudó en concepto de derechos de autor, que, hablando con su sobrino Demetrio, hay algún listo…, que está cobrando dichos derechos de autor.

El manchego de Valdepeñas, Tomás de Antequera, no sólo triunfó por su voz tan singular, también le ayudó mucho su vestuario, sus chaquetillas, que se diseñaba y cosía el mismo, junto a los “crótalos”, que eran una especie de pequeños platillos metálicos, que se ajustaba a los dedos, que daban un sonido muy particular, que llenaban sus canciones de encanto, dejando absortos a sus admiradores, que en los años 50 eran legión.

El autor de esta reseña, lo escuchó una vez cantar en el antiguo: “Casino La Confianza”-hoy Casa de Cultura-, ya en sus últimos tiempos, y otra vez, en una noche de farra de su juventud, en el conocido bar: “El Penalty”, cuando ya su dueño, Gabriel Álvarez- buenísima persona y segunda generación de taberneros valdepeñeros, ya tristemente fallecido-, cerraba las puertas a altas horas de la noche, donde solamente nos quedamos los clientes fijos de confianza y sacaba las famosas tapas de “Rebanadas”- pan frito en aceite de oliva, rociado de vino y azúcar-.

Dicho bar, actualmente, también es un  magnífico restaurante a precios módicos para la calidad-precio que tiene, incluida la enoteca, que ha abierto no hace mucho tiempo, que es ideal para reuniones de 25 o 30 personas, que pueden estar en la intimidad degustando los exquisitos platos y raciones que ofrece la carta de la casa, que data de 1928, cuando se llamaba: “Casa Álvarez”, actualmente regentado por el hijo de Gabriel, mi viejo amigo José Luis, que es la tercera generación de taberneros valdepeñeros, junto a un excelente equipo de cocineros y camareros, que son auténticos profesionales.   

Madrid

Madrid fue la capital de España donde Tomás de Antequera triunfó, especialmente en el afamado: “Molino Rojo”, donde llenaba todas las noches y sus apariciones en público eran muy aplaudidas. También actuó mucho por toda España y en su ciudad natal, en la que un pariente mío, que estuvo en el espectáculo, decía que sus paisanos le espetaban de forma cariñosa…, cuando terminaba de cantar una de la canciones que más les gustaba: “Ole tus cojones, maricón”, palabra que siempre se ha dicho como ofensiva, pero que, en éste caso, era con admiración y cariño…

América

Asimismo,  T. de A, cruzó el charco, como dice su sobrino Demetrio, antes citado, llegando a cantar en América, donde también llenaba teatros, pero no todo fueron éxitos, también degustó la miel amarga de la malicia, el rencor y la envidia, dado que ciertos sectores de la Falange, le acusaron de homosexual y republicano -como a Miguel de Molina-, lo que le amargó mucho la vida y le impidió actuar durante una buena temporada, ya que se lo prohibieron.

La homosexualidad no la ocultó nunca, ya que era visible, dado que era un gay afeminado; lo segundo, está por demostrar, pero si era republicano, era un republicano católico -como el gran poeta Juan Alcaide-, que todos los años venía a su querida Valdepeñas a cantar saetas, durante la semana santa, algo que también hizo  muchas veces su sobrino antes nombrado, que es a quien debo la información, en tantas noches juntos de compartir el vino y la amistad en las tabernas de Valdepeñas y bodegas de la patria chica de T. de Antequera, donde Demetrio, entre otras profesiones, también se ganaba la vida, junto a otro personaje valdepeñero, apodado: “El  Trini”, al que poco antes de morir dediqué un poema en mi libro: “Poemas para los muertos”, ambos artistas locales, eran bohemios y buenos aficionados al cante, que, quizás, debieron  salir de Valdepeñas, pero está ciudad nuestra, la Ciudad del Vino,  tiene algo que atrapa como la tela de una araña, que encadena…

La decadencia

En los años 60 empezó a caer la figura del gran Tomás de Antequera, ya que la juventud de aquel momento, prefería otras músicas y otros estilos, incluso la copla empezó a verse como algo antiguo, cosa de viejos… Su última interpretación -cuando ya apenas trabajaba-, la hizo en Madrid, en 1985, en el conocido: “Café Manuela”, ante un público compuesto por jóvenes informalmente vestidos, que aplaudieron a rabiar a quizá, el último verdadero tonadillero de España, que, tras terminar la actuación, dijo a los medios de comunicación: “Me ha bastado salir al escenario para sentirme feliz”. “Se está como en un sueño de gloria”.

Homenajes

Aún en vida, tuvo el privilegio de que se le rotularan a la antigua calle: “La Fábrica”,  con el nombre de Tomás de Antequera, acto al que asistí y pude escuchar a unos cuantos paisanos de su edad, que se pararon a ver el descubrimiento de la placa, que hizo el propio Tomás, pero muy emocionado, mientras el patán de turno espetó: “Coño, ya les ponen calles hasta a los maricones”, algo que pude oír perfectamente y no me sorprendió en absoluto, ya que, gente de su generación cuyos nombres silencio, lo apedreaban de niño por la calle, dado que fue siempre un homosexual declarado y con pluma, que, en aquellos años eran proscritos, hasta el extremo de que tenían que huir a ciudades más grandes como Madrid o Barcelona, incluso emigrar a países más libres que aquella España gris, eternamente vestida de luto…

Afortunadamente éste país ha ido cambiando y modernizándose y ya los homosexuales no van a la cárcel ni son condenados a internarlos en manicomios por el solo delito de ser diferentes… y tener que hacer suyo el famoso dicho ibérico, que se utilizaba mucho en esta tierra: “Antes muerto, que maricón”, algo que solían decir los padres a sus hijos varones, cuando veían cualquier mínimo detalle de poco hombre o escasa virilidad…

Algún tiempo después, el magnífico escultor y entrañable amigo y paisano, José Lillo Galiani, esculpió en bronce una preciosa escultura de Tomás de Antequera, que, actualmente, está instalada en el antiguo Paseo de Luis Palacios, donde se puede contemplar erguida sobre una alta, original y bonita peana.

Fallecimiento

El 4 de marzo de 1993, tras una larga enfermedad  -cáncer de próstata-  murió en Madrid, desde donde fue trasladado, según su propia voluntad a Valdepeñas, su tierra natal, donde yace enterrado en el cementerio de la ciudad vinatera, junto a sus padres. La tierra le sea leve al artista y amigo que tanto admiré y que fue una de las glorias de la tonadilla de éste país, pero que, hoy en día,  está totalmente olvidado.

Hace poco a llegado a mis oídos, que mis queridos paisanos y amigos, la poeta Cristina Galán y el cantante, polifacético y hombre de radio Paco Clavel, entre otros, están organizando una exposición-homenaje, al que me sumo desde aquí con éstas líneas, que quiero que sirvan también de homenaje y reconocimiento al genial Tomás de Antequera y a su sobrino Demetrio, que tanto lo quiso y  lo admiró, y donde siempre que venía se instalaba en su casa y nunca le faltó: “un plato de potaje”, como dice el propio Demetrio, hoy viviendo en una Residencia del vecino pueblo de La Solana, donde es muy admirado y querido, dada su bondad y su entrega a cualquier ser humano, pero que Valdepeñas, en la que tanto ha colaborado en todo tipo de actos, en homenajes a otros artistas, en las peñas flamencas y en los conocidos “Tablaos Populares”, en Valdepeñas, nunca ha tenido el más mínimo reconocimiento que merece Demetrio, hombre de buen corazón y bohemio innato, que vivió la vida intensamente a su manera, y que siempre defendió de las malas lenguas viperinas a su tío Tomás: El tonadillero valdepeñero: Tomás de Antequera.

                                                                                                    www.joaquinbrotons.com

El tonadillero valdepeñero: 'Tomas de Antequera'