viernes. 26.04.2024

Reforma constitucional

El debate.., yo diría mejor la conversación, como el que el jueves pasado pusieron en escena Felipe González y José María Aznar, debería repetirse con más frecuencia. Es enriquecedor. Nos muestran ideas y personas. Dejan al descubierto el personaje y su forma de pensar. Dejando aparcadas, las diferencias personales de los contertulios, -cuestión no menor- me llamó poderosamente la atención, la contraposición entre reformismo y conservadurismo. Resulta curiosa la visión conservadora de la realidad. Puede más la obsesión de que nada cambie, que el estudio, el análisis, del hecho objetivo. Es inconveniente negarse al reformismo solo por evitar que nadie venga a cambiar lo mío, lo nuestro, lo de siempre.

Un sector, se posicionó en el proceso del 78, en contra de lo que pretendían los constitucionalistas, los padres de la Constitución, porque se aferraban como lapas al conservadurismo ideológico. Alguno se atrevió a llamarlo: ”charlotada intolerable”. Los mismos que cuarenta años después, se aferran a esa Constitución, para decir que como ha sido buena, ¿para qué la vamos a cambiar? Conservadurismo puro y duro, lejos de toda objetividad. ¡Qué nadie venga a romper nuestros valores!

Por el contrario si analizamos la Constitución como un hecho objetivo, es fácil llegar a la conclusión de que, sin despreciar que ha sido buena, necesita actualizarla. No hay nada en el entorno del hombre que no necesite adaptaciones a los nuevos tiempos, a las nuevas realidades. “Una pared blanca se convierte en una pared amarilla, que luego se convierte en pared gris. La pintura se gasta, la ciudad se invade con su hollín, el yeso se desmorona. Cambios y más cambios”. (Paul Auster).

El reformismo no es una modernidad de cuatro iluminados que quieren romper nuestra convivencia, nuestro pasado. Es una necesidad para afrontar los nuevos retos: secesionismo, desigualdad, precariedad, corrupción.., y muchas cosas más. Si no le introducimos cambios a la Constitución, la estaremos matando, la estaremos haciendo inútil. Necesitamos una Constitución fuerte, para que la realidad, toda la realidad en su conjunto, no nos desborde. Sí hay que reformar la Constitución.

Reforma constitucional