lunes. 29.04.2024

Gobernabilidad desde la colaboración

El 20 de diciembre los españoles otorgaron tímidamente el poder de gobernarlos al Partido Popular, con un 35% de los escaños de la Cámara Baja; lo que significa que faltan un 15% de escaños para garantizar una gobernabilidad estable y eficaz. Con el apoyo de Ciudadanos un gobierno de centro-derecha representaría el 46,6% de los escaños totales del hemiciclo. 

Es decir, falta casi un 4% para la mayoría absoluta. Este 4% podría venir de un nacionalismo conservador si hoy los nacionalistas no se hubieran subido al monte de los delirios independentistas, que en nada engrandecen ni subrayan la entrañabilidad étnica que todos entendemos y respetamos, y que aporta precisamente rasgos fundamentales de la españolidad y del ser español. Lo que significa y entraña, sin duda, que la izquierda tiene la obligación patriótica de colaborar en la gobernabilidad de España. Está abocada a ello.

Partiendo del hecho incuestionable de que todos los diputados recién elegidos quieren el bien del país (lo contrario es imposible), están obligados a dialogar para salir del actual impasse. España necesita un gobierno estable que sea capaz de hacer frente y conjurar los peligros más próximos en el horizonte: la quiebra de la unidad nacional y la precariedad del estado del bienestar, fundamentalmente. Es decir, se solicita de la izquierda un sentido de grandeza política que sin ceder para nada en sus principios políticos fundamentales, “colabore y se pringue” en la gobernabilidad de España, asumiendo incluso responsabilidades que un centro-derecha generoso y patriótico debería dejar en sus manos. No se trata para nada de traicionar a un electorado que ha votado unas ideas-fuerza concretas de acción política, sino de armonizar o cohonestar lo que está cercano en el magma de los idearios, y olvidar para otras ocasiones más propicias lo que es radicalmente antitético entre el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español.

Mucho me temo que si esa grandeza no la viesen los españoles aumentaría mucho la decepción que ya se tiene de la clase política tradicional, y el propio pueblo buscaría nuevas soluciones con nuevas fuerzas emergentes, probablemente mucho más radicales que las últimas que ya se han instalado en el Parlamento. Porque lo que no cabe duda es que alguien tiene que organizar a la comunidad nacional, y velar por sus sagrados intereses, que no son otros que los que atañen al bienestar del pueblo. Y en una democracia ese alguien sólo puede ser la fuerza más votada. Estoy seguro de que si el pueblo español viese al PP y al PSOE luchar juntos por el aumento de su bienestar y remover en una colaboración leal los escollos que salgan en su camino en los próximos cuatro años, estos dos grandes partidos constitucionales, principales fundamentos del régimen – pues de ellos salieron nuestros padres fundadores – aumentarían su fuerza entre el pueblo español, recobrarían su antiguo esplendor, atractivo y grandeza y, tras solucionarse por completo la crisis económica y establecidos los más contundentes resortes contra la corrupción, volverían a ser los bueyes que bajo el yugo de la Historia conducen a la nación española en libertad, solidaridad e igualdad ante la Ley. Fuera del PP y del PSOE sólo existe la incertidumbre.

No se trata de neutralizar sus dos mundivisiones (harto distintas), sino de cohonestarlas por el Bien Común. Además, me temo que sean más obstáculo los intereses personales que las ideas. En fin, la campaña electoral ha terminado, mañana comienza la gobernanza, que deberá ser pilotada por el PP con la colaboración de su “más entrañable” adversario.

Gobernabilidad desde la colaboración