Son ellos, los padres, los que ceden parte de su vida para aupar la del hijo. Son ellos los que no apartan la mirada del ser que merece ser atendido con la única recompensa de verle crecer y contemplar sus progresos. Con ellos recuperan también un trozo de existencia que el adulto va dejando olvidada en la medida que se integra en el mundo competitivo y acelerado que obliga a otra clase de lucha, de problemas que arrastran por caminos distintos, lejos de la inocencia que solo a veces recordamos con nostalgia.
Estrechar la mano de estos niños-amor, verles sonreír, devolvernos la mirada nos atrapa, instalándonos en el que algún día fuimos. Son niños eternos que hoy, gracias a los adelantos y el esfuerzo constante logran desarrollar capacidades antes anuladas. Y es así, porque su nacimiento agrega vida también, otra fase de vida ignorada que incita a entrar en ese espacio privado y entender sus gestos y reacciones, vigilando sus avances.
Una batalla incansable que el próximo 6 de septiembre recibirá el aplauso, el reconocimiento de poetas y artistas en un acto que tendrá lugar en Valdepeñas presentado por el periodista Emilio Hidalgo, en el que no faltará la música del pianista Carlos Piñeiro.Todo un lujo. La portada se debe al pintor Eduardo Naranjo.
Luciérnagas del alma, el cuerpo y la sangre, con su pequeña dosis que crece dentro de la burbuja de sueños realizables.