sábado. 04.05.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo LXIII. Una Rosa

Erase una vez, en unas tierras muy lejanas, una chica muy pija que vivía en una casa muy grande donde celebraba grandes fiestas y acudía mucha gente, con sus bonitos carruajes. En un arrebato de grandeza se quedó poco a poco sin nadie, pasando a ser “la siempre sola” de la ciudad. 

rosa (Copiar)

Nadie la miraba ni tampoco la saludaban, pues ella muy altiva, no se daba cuenta que su error fue el desprecio que hacía a los demás. 

Yo era una de las pocas amigas que tenía, hasta que me di cuenta que mi labor con ella no era amistad, más bien una mascota de compañía.

Una tarde compramos un rosal y lo plantamos en su bonito jardín, la pobre planta poco a poco se fue quedando sin hojas y sólo quedaron dos. La atacaron los bichos, todo tipo de plagas, en ella se meaban los perros, y en un arrebato de ira “la siempre sola”, la arrancó.

Cuál fue mi sorpresa al llegar a su casa que la planta ya no estaba, creía que era un  símbolo de nuestra amistad, y con las mismas, una noche fría de inverno asalté su basura y rescaté la planta.

La planté en mi casa, le di riego y abono, la mimé y la pobrecita no espabiló, solo seguía siendo un palo tieso y un par de hojas. En la primavera siguiente algo parecido a una flor parecía despuntar, y cuando una tarde la voy a regar, me quedo a cuadros: el rosal tenía una flor, una solo, bien formada aterciopelada y con un aroma que inundaba toda la casa. Era roja como la sangre y delicada como la seda, una maravilla creada por la naturaleza. Solo una nada más, pero la más bonita de la tierra.

La planta en sí prefiere sacrificar su frondosidad, su verdor, para a cambio dar la flor más bonita, y es mía solo para mí. A mi querida amiga le mande una foto con una frase que decía: “Las flores más bellas son las que crecen en la adversidad”.

Capítulo LXIII. Una Rosa