viernes. 26.04.2024

Cristina Ramírez Roa, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona, ha estudiado este fenómeno, que llama "el síndrome del niño hiperregalado". Se trata de “niños con baja tolerancia a la frustración, porque les hemos llenado de regalos, de gratificaciones, sin razón alguna. Son niños que valoran muy poco lo que tienen porque no necesitan esforzarse para conseguirlo; niños muy mercantilistas, que catalogan a las personas por el precio del regalo que les hacen pero no por su valor emocional y afectivo; a los que cuando les das algo, inmediatamente piensan en lo próximo que conseguirán”

Las consecuencias de esta actitud son muy negativas para los pequeños. Por ejemplo, podríamos citar la falta de valor hacia las cosas que reciben, los caprichos, el consumismo, el egoísmo, la falta de imaginación y de ilusión y no interesarse por nada en particular.

Se crean niños frustrados, con poca imaginación, cómodos y que en la adultez no se esfuerzan por tener lo que quieren. Este “síndrome del niño hiperregalado” es un problema para las generaciones futuras. una tendencia que se desarrolla desde hace algunos años, pero con más frecuencia en este siglo XXI. Se trata del mal hábito de los padres de llenar de regalos a sus hijos para suplir el hecho de no pasar tiempo con ellos, por estar trabajando todo el día.

Esta tendencia consiste en suplir el tiempo que no se pasa con los hijos, con regalos que reemplazan a mamá y a papá. Sin embargo, ello acarrea consecuencias: un niño al recibir tantos regalos acaba por no valorar lo que tiene. Siempre que hay una acumulación de juguetes, los niños pierden la ilusión, se vuelven caprichosos, egoístas y consumistas. Pedagógicamente no tiene sentido regalar tantos juguetes a un niño porque acaba dándole demasiada importancia a lo material, cuando lo que realmente necesita es atención y compartir tiempo y juegos con los padres.

el niño hiperregalado aprende a no pedir tiempo de sus padres: sabe que están demasiado ocupados con quehaceres más importantes, y por ende no pueden dedicarse a sus hijos. Esto quizás es lo más triste del problema.

Sin embargo, vivimos en una sociedad hiperconectada donde los inputs de juguetes de moda son constantes, incluso, en los propios canales infantiles de televisión y, de hecho, los propios padres les han enseñado a suplir su ausencia con juguetes cada vez más sofisticados. Todo ello constituye una tendencia peligrosa ya que, de alguna manera, se les ha motivado para ser consumistas, para usar escasamente la imaginación  en el juego y, entonces, servirse poco del juego simbólico.

Todo ello, crea adolescentes y adultos con baja tolerancia a la frustración ya que esperan recibir todos los regalos que pidieron, característica típica del síndrome del niño hiperregalado. Si esto no ocurre así, y recibe  menos juguetes de los esperados se frustrará e, incluso, se sentirá desilusionado, triste o irritable.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando por un problema externo el niño deja de recibir regalos?

Muchos de ellos se ven sumidos en una depresión muy grande, para nada normal en alguien de tan poca edad. La única manera de enseñar a nuestros hijos a darle valor a lo que tienen y a lo que reciben, es dejar de regalarles cosas.

Esto no quiere decir que no hay que comprarle nada a los niños, porque ellos se merecen jugar, pero como siempre se dice, los extremos no son buenos.

Un hecho incuestionable es que los niños necesitan jugar. Sin embargo, los padres deben pensar: ¿piden los niños algo más allá de los juguetes? ¿Qué es lo que están reemplazando los juguetes?

Debemos seguir regalando a los niños, pero regalarles tiempo, algo que no cuesta nada, pero que supone más esfuerzo. Porque, aunque es posible malacostumbrar a los hijos regalándoles demasiadas cosas, no es posible echarlos a perder con demasiado amor, cariño y tiempo compartido. Hazles saber que te sientes feliz con ellos y que te importan, préstales tanta atención como puedas, y que ese sea tu regalo para ellos, el más valioso de todos.

Se trata de cambiar el consumismo por el tiempo compartido en familia, de elegir menos regalos, menos juguetes y que los niños aprendan a valorarlos, de darles cosas más gratificantes. Por ejemplo: un paseo, una excursión o un juego de mesa.

Aquí cabe una pregunta clave, que puede implicar un cambio en nuestro estilo de vida: ¿no es posible que, al necesitar menos bienes materiales, necesitemos menos tiempo de trabajo? Si no gastáramos tanto dinero en juguetes, podríamos trabajar menos tiempo, lo que nos daría más horas para estar con la familia. Si se transforma el círculo vicioso del consumismo en el círculo virtuoso del tiempo compartido, seguramente los niños dejen de pedir tantos juguetes, porque tendrán lo que siempre quisieron: la atención de sus padres.

¡¡¡¡¡Regálame tu tiempo!!!!

 

EDUCA-TE        

Centro de estudios y Terapia

C/Pasaje Veracruz Nº5 Valdepeñas

                                                                                 Tlf: 684 23 50 75

El Síndrome del Niño Hiperregalado