miércoles. 24.04.2024

Continuamos con la última parte de la historia de Arnes Alagic, el refugiado bosnio que vive en Valdepeñas. Os recordamos la segunda parte que publicamos el pasado 28 de diciembre, por si queréis enlazar con esta tercera y última parte.

Enisa, la madre de Arnes, también cuenta su parte de la historia, de cómo vivió la guerra sin su marido y sin su hijo. De cómo tuvo que irse a vivir a casa de su hermana con su hijo pequeño porque le quitaron su casa y todo lo que tenía.

Enisa, recuerda cómo se emocionó cuando se enteró que su hijo estaba bien. A partir de ahí, buscó los papeles necesarios para salir de Bosnia y reunirse con él. Igual que Arnes, debía conseguir un pase para Alemania, aunque luego se quedara en Eslovenia: “Sabía que si me iba no volvería más y todo lo que es tuyo pasaba a los que ganaran la guerra”, pero “me daba igual”, añade “yo sólo quería reunirme con mi familia. Así es que me fui a ver al jefe de mi marido en la fábrica donde él había trabajado y le pedí ayuda para irme a Alemania. Me ayudó y me dijo que no dijera nada a nadie porque si no me mataban. Mi hermana me pidió que me llevara a sus hijos y una mañana nos fuimos mi hijo, mis sobrinos y yo, sin maleta, con lo puesto para no despertar sospechas. Llegamos a la estación de autobuses, donde había uno que llevaba militares, pagué 100 marcos por cada uno de nosotros y de pronto, me echan a mí porque tenían que subir militares, y dejan dentro a mis sobrinos y mi hijo. Imagínate, mi desesperación. Así es que ni corta ni perezosa me fui para la parte de atrás y volví a subir al autobús por la otra puerta, me senté y en ese momento solo me importaba la cara de felicidad de los niños al ver que había vuelto a estar con ellos”. Cuando llegaron a la primera ciudad llamó a la familia, a su hermana para que estuviese tranquila. En este lugar tenían que coger un convoy para ir a Croacia pero este ya había partido. Tuvieron que esperar a coger el del día siguiente, pero Enisa no tenía dinero nada más que para cinco y eran seis personas (sus cuatro sobrinos, ella y su hijo pequeño). “Tuve la suerte que al llegar a donde salía el convoy el hombre que nos atendió, un abogado que era serbio y buena persona, me dijo que me guardara el poco dinero que tenía, 25 marcos, y que me apuntaba en la lista, y así lo hizo. Si se enteraban de lo que hacía podían matarlo, y así fue, cuando se enteraron no volvió a aparecer”.

Llegaron a la frontera les esperaban los cascos azules y croatas, una vez allí una mujer policía les ayudó a subir al convoy y les arregló más papeles. “Nos subieron en unos trenes que iban a Zagreb, allí estábamos bien porque al menos estábamos calientes y teníamos comida. Pero yo no comía porque estaba muy feliz por salir. A las seis de la mañana salió el tren y llegamos a la capital, donde nos esperaba mi familia que vivía allí, después a los pocos días llegó mi marido”.

Aquí interviene Arnes, quién cuenta como se reunió con la familia: “Yo estaba en Eslovenia y tenía que entrar en Croacia, y no me dejaban, me costó mucho entrar a pesar de contarles que mi familia estaba allí reunida. No se lo creía, pensaba que quería meterme en Croacia para quedarme allí, al final a golpe de dinero entré, cerca de 200 o 300 euros, solo para pasar y ver a mi familia. Cuando llegamos vi a mi madre, mi padre, mi hermano, que estaban en un cuartel, en habitaciones partidas, y aquello fue tremendo”. El cuartel del que habla Arnes estaba ocupado por entidades como Unicef, Cruz Roja Internacional de Ginebra y Acnur, que ayudaban a los refugiados y hablaban con otros países para sacarlos de Croacia. “Mi abuela y resto de la familia acabaron en una ciudad bosnia, en un campo de concentración de niños y mujeres, y allí estuvieron toda la guerra, hasta que terminó”.

En la lista para viajar a España como refugiados. Después de tanto dolor y todo lo que pasaron, su destino como refugiados de guerra fue España: “Había una lista para repartir a los refugiados en distintos países de Europa y a nosotros nos tocó, a todos juntos, España. En enero de 1993, estábamos juntos y aquellas navidades no las celebramos, nos daba igual. “El descanso que te queda cuando llegas a una ciudad liberada, donde hay agua corriente, luz y un transistor para escuchar lo que ocurre por Sarajevo y por esa zona de guerra. La radio la escuchábamos con una batería de tractor y en voz baja”, recuerda Arnes.

 “Tras mala navegación el puerto se ve mejor”. El 16 de enero de 1993, parten hacia uno de los puertos de Croacia donde estaba atracado el buque de la armada española “Aragón”, del que Arnes dice que “nunca olvidará su nombre y menos el de la operación que nos trajo a España “Operación Esperanza”. Este bosnio, sigue emocionado y tiene que parar su relato, pero saca fuerzas y cuenta que “era la primera vez en la historia de España que unos civiles subían a ese buque y éramos mi familia, yo y 300 refugiados más”.

Arnes recuerda con mucho cariño su llegada a España, concretamente a La Manga del Mar Menor (Murcia), donde se despidieron de los militares llorando, aunque en junio, estos soldados, volvieron a visitarles al camping donde estaban alojados; el “Caravanning” de La Manga. Durante el tiempo que estuvieron en el camping el Estado español les daba unas 5.000 pesetas al mes, tal y como cuenta Arnes, quién recuerda cómo la gente de Murcia “se volcó con nosotros. Era enero y nos llevaban de todo: bicicletas, juguetes, bueno aquello era increíble. La gente se sorprendía cuando se enteraban que éramos bosnios y musulmanes, imagínate rubios con los ojos azules, éramos raros”. Estos refugiados recibían clases diarias de Español, en agosto de 1993, Arnes y su familia, junto a compatriotas de su ciudad, se fueron a Málaga, el resto fueron repartidos por toda España. “Mi hermano y yo jugábamos a baloncesto y nos ficharon de monitores en un hotel de Málaga, sabíamos alemán e inglés y allí trabajábamos y jugábamos al baloncesto”.

Finalmente, Arnes se fue a trabajar a Madrid, concretamente estuvo en la discoteca Joy Eslava y su familia acabó en Tomelloso (Ciudad Real), donde su padre encontró trabajo en una carpintería y allí vivió durante muchos años hasta que cayó enfermo y murió. Su madre, Enisa, volvió a Bosnia, donde actualmente vive feliz y tranquila, sin olvidar aquellos terribles años.

Arnes, llegó a Tomelloso, trabajó en hostelería, después vino a  Valdepeñas donde conoció a la que hoy es su mujer, Sagrario y con la que tiene dos hijos. Trabaja en una empresa de Manzanares, Nazan, y es feliz en España, de donde dice que no se marchará nunca. Se siente español y vive como tal. Aquellos años de guerra pasaron, pero lo que vivió “no se lo deseo a nadie, así es que cuidado con lo que se quiere conseguir a través de la guerra, porque ‘esto no es una broma’.

El libro

Arnes, sueña con publicar el libro que contará más ampliamente toda esta historia y para el que ha contado con esta redactora, que con mucho gusto le ayudará. Ya ha comenzado a escribirlo, pero aún le queda mucho camino por recorrer. A buen seguro y tras la dura travesía vivida durante la guerra de Bosnia, Arnes lo va a conseguir, porque tesón no le falta y valentía ya ha demostrado que tampoco.

Arnes Alagic, un refugiado de Bosnia en Valdepeñas. El niño de la guerra (Parte III y...